Pirrus

Nothing can stop me now, 'cause I don't care anymore.

No siempre ganar las batallas es vistoso, celebrable, decente, lo correcto. El remordimiento de haber sembrado semillas de futuras tormentas en suelos otrora áridos es tan ineludible como el disparo del francotirador bien entrenado. La pugna interna por reconocerse como galán de la película, general laureado y aclamado por virtudes y multitudes va muchas veces en contraposición con el otro, el gemelo desprovisto de honor, de laureles y cítaras que canten a muchas voces... en fin, el que realmente ganó la batalla.

Es inevitable la guerra. La vida sin guerra es la sal sin el escozor. Es inevitable ganar, perder y terminar sumido en la meditación de la victoria costosa: el terrible juicio de los tribunales de la conciencia. La devastación que se lleva adentro, el espejo que todo lo pervierte, incluso los ideales más demagógicos.

Hay batallas que son victorias pero no se sienten así. Los cráteres en el campo de batalla germinarán odio, no tendrán sobre ellos estatuas de bronce que explique quién los creó. Es entonces cuando el director de las orquestas de destrucción se sienta en el árbol caído a sollozar. Muchos hombres han muerto, muchas vidas se han perdido y el beneficio no pasa de ser más que un soplo de morfina al ego.

La victoria es tan vacía como un engaño de nuez... la energía desperdiciada duele más que lo que la morfina puede lograr. Y cuando se va el efecto, el tribunal es tan férreo como la voluntad del general.

Comentarios

Entradas populares