Del miedo a la muerte y el contrato trascendental

Cuando un ser humano muere, pasa a convertirse en cenizas y polvo, en una carcasa inerte. Su cuerpo físico deja de funcionar, de moverse con libertad propia, para convertirse en un peso muerto. Esta es otra característica que le pone en el mismo lugar, a la misma altura, que el resto de los seres vivos: ellos también mueren, dejan de “ser”. Y es, justamente, el miedo a dejar de “ser” imprevistamente el que alimenta la mayoría de las acciones que, libres o coaccionados, los seres humanos llevan a cabo. No se trata de una lucha por la supervivencia o la victoria del más fuerte, como es el caso de aquellos sumergidos en las eternas dicotomías de la Naturaleza; al contrario, se trata únicamente de huirle a la muerte a toda costa, como si fuese un proceso más apocalíptico que natural. Se trata de ganar una carrera contra un terrible enemigo, cuya presencia es una constante y una siempre negada certeza.

De cierta forma, el ser humano ha conseguido ganar un trecho de ventaja en esta carrera, burlar un poco a la muerte para que se desvíe un poco y poder tener la ilusión de que la victoria es posible. En aras de hacer posible el engaño, ha utilizado distintas fórmulas que comparten una misma característica: la creación de un “algo” estructurado, “algo” que pueda ser pasado de generación en generación para perdurar en la forma de ideas o referentes, aunque la voz no esté.

La primera de estas creaciones es el lenguaje: si bien su propósito original correspondía al fin utilitario de integrar a los seres humanos en bloques capaces de asegurar la supervivencia mutua, posteriormente se convirtió en una herramienta para, según Thomas Hobbes en el Capítulo IV de Leviatán, “servir como marcas o notas”. Sucede entonces que el uso de las palabras y su registro, cuando el cuerpo físico muere, sirven para preservar las ideas, pensamientos e historias del que ha muerto, haciéndole vivir en la memoria de otros hombres y creando un sentimiento de proximidad que no es del todo falso. Mediante contraer o establecer un contrato con el lenguaje, el ser humano es capaz de vivir eternamente a través de lo que transmita a la posteridad.

Las dos siguientes creaciones derivan intrínsecamente del lenguaje y de su habilidad para trascender el tiempo de vida de un ser humano: la Religión y el Estado. La primera, como forma de control social presente en todas las culturas humanas y como creencia generalizada en dogmas dictados por uno o varios seres superiores, primigenios, divinos, ha establecido otro contrato mediante el que se mitiga el temor a la muerte, camuflándolo debajo de la noción de una “vida después de la vida”, que será recompensa o purgatorio de las gestas acometidas durante esta existencia, la emética. Concepciones como la reencarnación, la recompensa de los justos y las espirales descendentes del Hades, demuestran una amplia necesidad de creer que la vida no termina donde la muerte signa su fin. De esta forma, la noción de vivir en un mundo paradisíaco o de eternas llamaradas, hace pensar al acólito que de cualquier forma hay “algo” más allá del trance mortal.

El Estado, como segunda forma de preservación de la vida durante la vida, o incluso después de ella, ha venido cumpliendo su función desde tiempos inmemoriales, tal vez los mismos que la Religión. Éste, como ente regulador, acepta con gratitud la libertad que el individuo pliega a él, a cambio de la salvaguarda de su vida. En este intercambio, otro contrato, el ser humano anima a un ente que no tiene forma para que se convierta en un paladín defensor de su existencia, en un avatar que pugna perpetuamente contra la figura tenebrosa de la muerte. Ese ente maneja a discreción al individuo, imponiéndole una serie de requisitos para que siga defendiendo a capa y espada su cuerpo mortal. Ese ente también le asegura al ser humano que, aunque él muera, sus tradiciones, costumbres, ritos y valores continuarán existiendo en una forma más que abstracta pero sin embargo tangible para el que la experimenta: idiosincrasia.

Hay otras formas de preservación de la vida y lucha contra la muerte que vienen más adelante, gracias a los desarrollos tecnológicos y al conocimiento más profundo de la extraña realidad que rodea al ser humano. No obstante, en estos tres pilares fundamentales se basa la construcción de una existencia eterna, un reducto donde se puede descansar más allá de haberse convertido en polvo y cenizas. Y mientras quede uno de nosotros sobre la faz de la Tierra –o quién sabe, sobre otros planetas- y alguno de estos tres constructos lleguen a ellos, podremos tener la certeza de que ellos también creerán fervientemente que pueden vivir más allá de lo que la carne lo permite. Después de todo, las ideas no están sujetas a los caprichos de la química, la física ni la geografía.

Comentarios

Anónimo dijo…
andres m. c. yo doy fe de que es efectiva la oracion a la merte trasedental, la ore 2 noches y al tercer dia en la mañana ya tenia trabajo, les recomiendo que oren sta oracion es efectiva.

OH SEÑOR SUPREMOANTE TU DIVINA PRESENCIA, DIOS TODO PODEROSO PADRE,HIKO Y ESPIRITU SANTO PIDO PERMISO PARA INVOCAR A LA MUETE TRASEDENTAL. MI DUEÑA, BLANCA Y PODEROSA, QUIERO PEDIRTE HUMILDEMENTEQUE DESTRUYAS TODO HECHIZO, ENCANTAMIENTO Y OSCURIDAD QUE SE ENCUENTRE EN MI CAMINO, EN MI TRABAJO Y EN MI PERSONA, MUERTE QUERIDA Y BONDADOSA, QUITA TODA ENVIDIA, POBRESA, DESAMOS, DESEMPLEO, TE LO PIDO QUE CON TU BENDICION BONDAD Y PRESENCIA, ILUINA MI CASA, MI TRABAJOY LA DE MIS SERES QUERIDOS, AYUDANOS CON EL AMOR LA PROSPERIDAD, LA SALUD Y EL BIENESTAR SEA TU CARIDAD. QUERIDA MUERTE TRASEDENTAL ES UNA ORACION MUY EFECTIVA.
Anónimo dijo…
yo rezo esta oracion y nunca me falla hay mucha gente ke piensa ke es malo ami siempre me ayuda claro nunca pido nada malo

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