Ejercicio retórico No. 1

La vida epicúrea representa fielmente el estado perfecto del Hombre. Cuando él consiga al fin la tan deseada ataraxia podrá vivir en quietud, en plenitud absoluta, pues los miedos y los perjuicios flotarán en el aire del pasado como briznas de paja en los vientos alisios. También lo harán los excesos, la codicia, el hambre de poder que le hacen ser, como lo decía Hobbes, lobos de ellos mismos. Extinguiremos a propósito esta especie de auto-lobos que hemos sido desde que utilizamos la razón.

Epicuro divisó desde su Jardín la Tierra Prometida, que nunca nos fue dada porque la abandonamos hace mucho tiempo: el Edén de la serenidad mental, donde todo es moderadamente placentero, donde se evade el evade el dolor a través de la cuidadosa planeación estratégica, en vez de huir de él como de una repentina tempestad o una borrasca. En el Jardín, el ruido no es más que el sonido de hojas doradas frotándose entre sí al crear melodías de calma. La preocupación por el progreso, por la evolución, por estar en un nivel más alto en el eterno darwinismo social, se irá con la pérdida de la individualidad rampante que nos impulsa a aplastar al vecino.

Cuando ni los sofistas ni la mayéutica sean necesarios, porque la realidad es una con nosotros y nosotros seremos unos con ella, es que podremos alcanzar el nirvana que está más allá del catódico. La polémica se extinguirá, puesto que la única idea que perseverará es la del equilibrio perfecto, conseguir el balance entre las fuerzas que llevan la vida: el polemos simplemente morirá ante una sola idea fija y universal, que es la ataraxia, y nuestras energías se dirigirán a mantenerla en vez de sostener pugnas intestinas con nuestros vecinos para poner nuestro pie sobre su cuello.

Cultivaremos el discurso como una huerta de rosas; observaremos sus espinas y nos maravillaremos ante ellas, y esperaremos largo tiempo para verlo convertirse de un capullo a una flor. No lo utilizaremos más que para hablar con nosotros mismos en un continuo y fluido monólogo. Veremos cómo la retórica progresa, evoluciona y nos sirve para crear mundos nuevos en los que podemos creer porque son creíbles. Esos mundos tendrán la ataraxia como leit motiv único.

Entre esos mundos encontraremos este, donde creemos que alguna vez podremos alcanzar la ataraxia y extinguir a propósito al lobo del hombre, este auto-lobo que siempre hemos sido. En los mundos retóricos también creeremos que podemos evolucionar hacia un estadio de existencia mejor, alejado del darwinismo social, del polemos, de los sofistas y la mayéutica, de las borrascas y del dolor.

Es impresionante cómo la retórica nos puede inducir a pensar que el sosiego es, alguna vez y en algún lugar, posible o incluso verosímil.

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