Metástasis // Malebolgia
Estás varios segundos viéndolo atragantarse. Ogro se controla. Ogro ve. Tú no te atragantarías, tú no verías. Tú sólo abrirías tus dientes centenarios y dejarías salir a la luz que baña todo en sombras. Y sonreirías. Ogro creando muertos. Resucitando sin contemplación. Tú eres como ellos, que se paran del suelo sólo con hambre de control. Pero él no, él no es así. A él ellos le asustan, cuando piden más fuerza, resucitarlos a todos. Los clanes completos reanimados, poder. Sientes cómo cede el esófago, cómo se rinde la tráquea, como la garganta se repliega hacia los lados, cómo los dientes chirrían y se desbaratan un poco más. Ogro abre la boca.
Tus ojos siguen el haz de luz morado a través del polvo bajo el techo. El haz de luz morado se concentra sobre su cabeza. Ondea un poco, se reúne como un hielo en retroceso. Entonces, el morado se oscurece, se satura hasta llegar a negro. Flota el negro. La luz negra cae hacia el suelo, como una gran gota sólida. Lo esquiva, Ogro. Él ve con terror la gota. Lo sientes temblando, Ogro. Ogro mueve los ojos en sus órbitas agitadamente, no sabe qué hará ahora que ellos se paren de nuevo. Le pedirán que vomite más luz negra. Otra vez, Ogro. Otra vez se negará.
Un sonido mudo, Ogro. Como siempre, la gota no salpica, el suelo es gran esponja terrosa en las manos de un niño callejero. Se ennegrece, se riega cada vez más rápido. Estalla callado, se levantan las baldosas y vuelven a su sitio, frías, manchadas. Sientes tus pies fríos, Ogro. Ves que él sube los suyos en un gesto desesperado. Está a punto de gritar Ogro. Ya ellos comienzan a moverse. Ya el negro se concentra en su pecho, palpita hacia dentro. Se arrastran poco a poco, Ogro, hacia ti, hacia él. Le muestran sus encías renegridas, su falta de encías, sus cráneos renegridos. Lo alcanzan, sientes cómo dejan pedacitos minúsculos de piel gris pegados a tu mentón. Te miran a los ojos con su falta de ojos y te piden más. Más, Ogro, tú les quieres dar más. Él no debería estar… no. No debería.
Ya se sostienen de pie. Cojean. Maldicen. Recogen sus vísceras. Las ven volverse polvo entre sus dedos callosos, sin piel, huesudos. Y piden Ogro, estamos de pie de nuevo, vamos a tenerlo todo de nuevo. Vomita. Los clanes de nuevo, Ogro. Ármanos. Ves cómo se arrodilla en el suelo haciendo ligamentos fríos, se agarra los pocos cabellos que le quedan con las enormes y convulsionantes manos. Grita no, que no lo hará, pero se calla porque tiene miedo de vomitar de nuevo. Ogro, esta es tu oportunidad. Queremos más. Siempre queremos más. Y siempre nos traerás de vuelta. Se lo darías, poder, lo deseas con toda tu alma. Pero él tiembla en el suelo. Si pudiera, estaría llorando. Si pudiera, se ahogaría él mismo con la luz violeta.
Todos ellos voltean repentinamente. Ogro, sientes el chirrido de sus huesos asustados. Luego, la bota de metal en la puerta de metal. Un trueno. Entran 5, 10, 20, disfrazados de árbol. Árboles blancos y negros con máscaras de gas y ojos rojos. Él sonríe, Ogro, el degenerado deja de temblar y sonríe. Alzan los brazos, enderezan el acero. Más relámpagos. Gritas, Ogro. De nuevo dejan de existir los clanes. Tantas veces han dejado de existir.
Ellos se acercan a él. Le preguntan cuándo dejarás de levantarlos de nuevo. Tenemos que venir a limpiarlos o sino nos comen a todos. Levanta a los nuestros. Ogro. Levántanos a todos y no tendrás que ver a los clanes de nuevo, ni sus pieles grises, ni sus huesos negros. Podrás ver la luz blanca, no sólo la negra. Otra oportunidad para control, para hambre, Ogro. Allí, su sonrisa se desvanece. Va a hacer lo de siempre, Ogro. Lo maldices. Mil y un veces. Otra vez te quita la forma de saciar el hambre, el control. No hay poder. Ogro comienza a fingir arcadas. No hay luz corriéndole por dentro. Se arrodilla, los árboles blancos y negros miran. Vociferan, Ogro. Se van, Ogro. Otra vez, Ogro. Tendrás que hacer algo al respecto, Ogro. No puede ser todo de nuevo así, Ogro.
Dentro de unas horas, la luz morada, Ogro.
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